Últimamente no es que las cosas vayan del todo bien, ni aquí ni en ninguna parte del globo terráqueo. La mayor parte del mundo está sumergida en problemas de índole económico, y muy pocos son los afortunados  en librarse de la situación. La palabra “crisis” se ha convertido en la protagonista de nuestro vocabulario, invadiendo casi todas las conversaciones que se mantienen a diario. ¿Cuántas veces escuchamos la palabra “crisis” a lo largo del día? No es necesario pararse a contar para darse cuenta de que son demasiadas. “Crisis inmobiliaria”, “crisis económica”, “crisis política”… Poco a poco, una palabra de apenas dos sílabas, ha ido creando un cerco que parece abarcarlo todo con una facilidad asombrosa. Como un virus contagioso  que corre como la pólvora y para el que parece no haber vacuna hasta el momento.

La gente parece apagada. Caminas por el metro y sólo ves caras largas, miradas tristes y algún ceño fruncido o lastimero pegado a un periódico. Como si cada noticia que se diera fuera una esquela. Y lo peor es que esa sensación fúnebre se expande, de un vagón a otro, de un ceño a otro ceño, convirtiéndose en rutina para miles de personas que ven como a su preocupación por sus propios problemas se unen las preocupaciones de todas aquellas personas que se cruzan a lo largo del día. 

Y por si fuera poco, nos olvidamos de nosotros mismos. En tiempos de crisis somos más propensos a depresiones y bajones anímicos, nos malqueremos, vemos la botella más vacía que medio vacía, y nos dejamos arrastrar por la mediocridad y la rutina. ¿Acaso no es suficiente con que vaya mal el resto? 

Por desgracia, yo no tengo la solución para cada uno de esos dilemas, ni mucho menos para aquellos que nos afectan a todos. Pero sí que tengo la posibilidad de compartir contigo algunos consejos para evitar que   el Síndrome del Ceño Fruncido pase a ser crónico y para que aprendas a quererte un poquito más. ¿Empezamos?

Es simple. 

Si algo te perjudica no merece tu tiempo. Si esa persona con la que estás te hace sentir mal, no merece tu tiempo. Si esa amistad te hace sentir mal, no merece que le llames “amigo”. Si dejas de dedicarle tiempo a menesteres que te hacen sentir mal y que además son absolutamente prescindibles en tu vida, ¿a qué esperas para dejar ese tiempo libre para personas y quehaceres que te hacen sentir mejor? Si te sientes mal, serás propenso a estar triste o enfadado, tendrás muchas posibilidades de pagarlo con personas que no tienen la culpa de tu estado anímico, y esto te hará sentir peor. 

Un maravilloso círculo que puedes evitar.

Si hay algo que no te gusta, cámbialo 

Tendemos a pensar que somos los únicos en tener problemas o que nuestros problemas son los más horripilantes del universo por el mero hecho de ser nuestros y no del vecino. Pero aunque nuestros propios problemas son los que nos afectan en primer grado, no quiere decir que sean los más graves ni que sean irresolubles. Si algo no te gusta, cámbialo. Busca la manera de hacerlo y hazlo. Si por alguna razón no puedes cambiarlo, aprende a verlo desde otro punto de vista. Pero, por favor, no te autocompadezcas. Al menos no eternamente. 

Haz ejercicio. Así sea bailar como un loco en tu habitación sin parar o dar un paseo en bici. Pero hazlo. Al hacer deporte el cerebro libera endorfinas, que producen un efecto analgésico y una sensación de bienestar maravillosa. Si eres reacio/a al deporte, debes saber que también se liberan endorfinas entre otras situaciones cuando nos enamoramos o comemos chocolate…

(por fuera y por dentro)

Cuida tu aspecto y tus pensamientos. Pensar en positivo (Traducción: “No carcomerse dándole vueltas constantemente a todo lo malo que nos rodea”) hará que estemos de mejor humor, nos comportemos de una manera diferente y nos abramos ante situaciones con un punto de vista más amplio que nos ayude a solventar algunos de nuestros problemas. Vamos, que nos hará sentir mejor. Lo mismo sucede con el aspecto físico. Cuidarnos, sacarnos partido y arreglarnos, hará que nos suba la autoestima. No te pongas “guapa/o” sólo en ciertas ocasiones, procura ir bien todos los días. No te arregles para los demás, arréglate para ti mismo. Te lo agradecerás. 

La música que escuchas es la banda sonora de tu vida. No conviertas tu vida en un melodrama escuchando música de repertorio final de los violinistas del Titanic. Hay miles de canciones bailongas esperando para que les dejes subirte el ánimo. Hazte con una buena recopilación y actualiza tu música. ¿No te cansa escuchar una y otra vez esa canción que te recuerda a tu ex? Basta de regodearse en la pena. Esa canción tan absurda que te encanta y te hacía saltar de emoción, ésa. Póntela en modo “Repetir Hasta La Saciedad”, sube el volúmen y disfruta. 

¿Qué hay de malo en un capricho de vez en cuando? Ese vestido, ese café con nata y virutitas de chocolate, ese paseo tan delicioso, esa tarde de manta y película en casa comiendo palomitas, ese baño con espuma… Seguro que tienes más de uno que hace tiempo no te das. ¿A qué esperas para dártelo? 

De vez en cuando, no está mal darse un homenaje.

Busca un buen libro o relee ese que tanto te gustó. Visita bibliotecas, deleitate con el olor de las páginas de una novela, acaricia su cubierta. Compra libros de segunda mano y disfruta del placer de leer en hojas amarillentas. No te dejes vencer por las nuevas tecnologías, pasea con un libro por la calle. Y lee. Leer hace que nos ausentemos por un momento de nuestras vidas, que desconectemos, que nos olvidemos de nuestros problemas. Leer es evadirse y leyendo nos enriquecemos por dentro. 

Hoy en día no hay excusa para ponernos en contacto con aquellos seres queridos que están lejos. ¿Por qué no lo hacemos? Saber de ellos nos hará sentir bien. ¿Y si escribes una carta? A esa persona, sí. La correspondencia es algo maravilloso que jamás deberíamos permitir que se perdiera. 

Al igual que el contacto con nuestros seres queridos. 

Preparar algo especial para aquellos que nos importan resulta de lo más gratificante. Desde un desayuno, una sorpresa, un picnic o cualquier otra idea que se te pase por la mente que pueda alegrarle el día a esa persona. Hacer a los demás felices te hará feliz. Haz la prueba. 

Organiza tu tiempo de manera que puedas dormir lo suficiente sin dejar de lado tus obligaciones. Si no descansas, rendirás menos, te sentirás agotado, y estarás de peor humor. ¡Carga tus pilas!

Suena a tópico, pero es necesario tomarse esto en serio. Somos la única persona con la que compartimos constantemente nuestra vida. Si no nos llevamos bien con nosotros mismos, la mala convivencia puede llegar a convertir la vida en algo frustrante. Aprende a quererte tal y como eres, a destacar tus virtudes frente a tus defectos, aprende de tus errores y no te fustigues por ellos. 

No te compares con nadie, porque nadie es perfecto. 

Aquella persona que te aprecie y quiera por lo que eres, aquella con la que realmente te sientas bien. Con esa persona y no con otra debes procurar disfrutar de tu tiempo. La vida es corta aunque parezca eterna, y el mismo tiempo que tenemos para disfrutar de ella es el que tenemos para averiguar cómo disfrutarla. No lo malgastes y disfruta día a día de ella en la mejor compañía. 

En definitiva, haz más de aquello que te hace feliz, pasa más tiempo con aquellos que te hacen sentir bien, sé quien quieres ser, no tengas miedo a equivocarte, si no te gusta algo cámbialo, atrévete, baila, mímate, sonríe, pasea, ama, saborea, disfruta… Y si no tienes tiempo suficiente para ello, dedícale mucho menos a Internet, a la televisión o a aquello que te tenga secuestrado.